“Estoy exultante, enloquecido, y para que te lo voy a negar,
un poco agrandado también”. Con estas palabras arrancó el reportaje que le
hicimos a la cabeza de La 96, luego del triunfo por la primera fecha del
campeonato 2012 frente a La Plata. Con un contundente doblete, los dos equipos
de la división, doblegaron con total autoridad al representativo platense.
Incluso el primer equipo en jugar, dio vuelta un 0-29 que parecía definitivo al
finalizar el primer tiempo, para terminar imponiéndose por la diferencia de un
try convertido.
“Al fin estos inútiles están entendiendo mi mensaje. Cuatro
años que vengo machacando con lo mismo y parece que ahora lo terminaron de
entender”, nos decía el coach, con una sonrisa socarrona. “Igual no estoy del
todo contento: los backs, que los entreno yo, jugaron bárbaro, pero los gordos
se arrastran por la cancha y hacen todo lento y predecible, nada que ver con el
concepto de pelota viva que promuevo entre todos mis dirigidos. La verdad, de
todos estos obesos, me quedo con el hijo del manager y algún otro más, con el
resto me hago unos embutidos que ni te cuento”, todo esto mientras le gritaba a
Cariño porque no le traía el té con limón que toma infaltablemente a las five
o’clock. “Te digo más, como vos representás a un medio pluralista e
independiente, me animo a confiarte que si en la fecha tres, contra los amargos
del tricolor, no ganamos, me voy”. Ante tamaña afirmación, me atrevo a
preguntarle si se sentía influenciado por la decisión del Coco Basile en
Racing; “¡Ma’ qué Coco Basile!, ese es un fracasado, si me querés comparar con
alguien, es obvio que Guardiola es lo que más se me parece. Igual me parece que
yo tengo espalda para tirar un par de añitos más. Los resultados me avalan” y
sin ruborizarse, me guiño un ojo y se despidió con un: “Chau pibe, te dejo
porque tengo cosas más importante que hacer”. Segundos después llegó Cariño con
la cuenta del té, a la que se le había sumado un tostado y una coca light que
el reporteado había tomado antes de iniciar la entrevista. No me importó; si
ese era el costo por compartir unos minutos de mi vida al lado de un ganador,
estaba todo justificado.